domingo, febrero 17, 2008

Los límites de la tolerancia

NOTA: Las imágenes que aparecen en esta página son algunas de las caricaturas publicadas por el periódico danés Jyllands-Posten en septiembre de 2005. La caricatura de Mahoma con el turbante-bomba fue dibujada por el caricaturista Kurt Westergaard.
En el mes de febrero de 2008, al conocerse la noticia de que terroristas fundamentalistas islámicos planeaban asesinar al dibujante, los diarios daneses más importantes decidieron publicar nuevamente la caricatura como muestra de solidaridad y para reafirmar la libertad de expresión, según señaló el periódico The Copenhagen Post.
Ese es, también, el espíritu de este artículo.
H.R.

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El diccionario nos dice que la tolerancia es el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes a las propias. Es, en definitiva, una norma básica de convivencia en las sociedades que surge de la esencia misma del ser humano.

Mahoma_con_turbante_bomba
Sin embargo, como todo, también la tolerancia tiene (debe tener) sus límites. No todo puede ni merece ser tolerado y aceptado. Las ideas, las opiniones, las creencias, y la práctica individual que surge de ellas tienen como límite, por supuesto, el respeto y la tolerancia a las ideas de los demás. Pueden no gustarnos, podemos no compartirlas, pero no podemos forzar a los demás a adoptar nuestros marcos de referencia. Cuando se intenta tal cosa, se esta violando el derecho a la humanidad y a la existencia de las otras personas, y habrá entonces que aceptar las consecuencias de esas intenciones.

Ahora, nuevamente, surgen amenazas para quienes han cometido el “delito” de exponer públicamente sus ideas sobre el terrorismo dogmático islamista; es decir, se los quiere destruir por decir lo que piensan y por apuntar acusadoramente contra los criminales que pretenden destruir las bases mismas de la cultura occidental.

Es mi deber entonces, en mi carácter de ateo, humanista y librepensador, solidarizarme con los amenazados y elevar mi voz para denunciar este renovado ultraje contra nuestras libertades y derechos fundamentales.

Las filosofías de la intolerancia

A todo lo largo de la historia de la humanidad, una y otra vez, personas y grupos que consideran ser los poseedores de la verdad absoluta han intentado imponer sus valores sobre los demás, acallando por cualquier medio la disidencia y las opiniones en contrario.

En ese sentido, la aparición de las religiones monoteístas significó un retroceso para las libertades de opinión. En efecto, por su misma esencia, estas religiones (el judaísmo, el cristianismo y el islamismo) son exclusivistas y absolutistas: su dogma rechaza la existencia de otros dioses y, por lo tanto, la posibilidad de cultos diferentes.

Por supuesto, también hay otras filosofías que, sin ser claramente religiosas, pretenden también ser las poseedoras de las verdades absolutas en lo que respecta a otros aspectos de la vida de las sociedades, tales como la economía o la interrelación político-social. Esas filosofías comparten con las religiones monoteístas un dogma absolutista que debe ser impuesto a la fuerza sobre los individuos que no lo compartan.

Intolerancia y poder

Por supuesto, la capacidad de imponer esa concepción absolutista depende totalmente de la fuerza real y efectiva que tenga la religión o filosofía en cuestión. Toda vez que la religión se ha unido al poder político-militar, ha impuesto sus ideas y sus intolerancias con mano de hierro y en forma despiadada, y lo mismo ha sucedido con las filosofías políticas totalitarias de más reciente data.

Afortunadamente para nosotros, la tolerancia y la libertad de pensamiento y expresión han fructificado en nuestra civilización occidental. Pero eso no se ha debido a un debilitamiento de la noción absolutista de las filosofías intolerantes de turno, sino a la desvinculación que se les ha ido imponiendo con el poder político, militar y económico.

Por ejemplo, el cristianismo absolutista no se ha debilitado ni ha modificado su naturaleza (tal como podemos comprobar por los dichos del Papa Benedicto o por las actividades anticientíficas de los fundamentalistas cristianos), sino que ha perdido en buena parte su conexión directa con el poder político-militar, lo que ha llevado consecuentemente a la disminución de su capacidad de causar daño al resto del mundo.

El poder islámico

Esa separación entre religión y estado acaeció para Occidente con el Renacimiento. Finalizadas las Eras Oscuras, Occidente comenzó una era de libertades en aumento que recién ahora vuelven a encontrarse en peligro, a causa de la potenciación de la intolerancia islámica y de la subsiguiente reacción conservadora cristiana.

terrorista_islámico
Lamentablemente, el islamismo nunca tuvo su Renacimiento, ni su separación de poderes entre el Estado y la Iglesia. La cuestión se agrava porque el islamismo es, por dogma, mucho más intolerante que el cristianismo.

Por si fuera poco, la coyuntura económica (la cuestión energética, principalmente), le ofrece a los estados islamistas un poder que nunca antes tuvo, con lo que su capacidad de daño se ha incrementado enormemente.

Actualmente, y por otro lado, muchos islamistas se están enquistando dentro de la sociedad occidental, despreciando sus valores pero utilizando sus leyes y costumbres para imponer sus ideas, su desprecio por la vida de los demás, su odio malsano hacia todo lo que les es ajeno.

La filosofía de la tolerancia

Y, aunque parezca extraño, el problema es muchísimo más grave a causa del desarrollo alcanzado por la sociedad occidental. Los valores de las libertades individuales, de los derechos humanos, y de la libertad de expresión y de investigación, han encarnado tan fuertemente en nuestra sociedad que hemos creado normas legales y sociales de comportamiento que aseguren su plena vigencia.

Por eso, cuando nos enfrentamos a la intolerancia salvaje del terrorismo islámico nos cuesta superar ese acondicionamiento liberal, y en cierto sentido tememos enfrentarnos claramente con él.

Convendría por esa razón aquí dar una idea sobre el concepto de tolerancia. Creo que podemos estar de acuerdo en que tolerancia es:

- Aceptar que los seguidores de las varias religiones y filosofías consideren que sus ideas representan la verdad.

- Permitir que esas personas pongan en práctica sus ideas y creencias, dentro de límites razonables y en su ámbito personal, sin afectar directamente los derechos de los demás.

- Impedir la discriminación laboral, estudiantil, social o habitacional por motivos religiosos, filosóficos, raciales, sexuales, o de apariencia física.

- Realizar un esfuerzo razonable para acomodar las necesidades religiosas, filosóficas o de índole estrictamente particular de las otras personas.


Asimismo, resultaría conveniente dejar en claro lo que NO es tolerancia:

- Considerar que todas las creencias, religiones, filosofías y opiniones son igualmente beneficiosas y/o inofensivas.

- Abstenerse de criticar las prácticas religiosas o filosóficas de otras personas.

- Abstenerse de comentar libremente las propias creencias.


Debemos recordar además que incluso las creencias religiosas no son producto de características genéticas innatas, sino sistemas ideológicos adoptados y aceptados libremente por los individuos. Por lo tanto, están sujetos a la discusión y a la discrepancia, como cualquier otro conjunto de concepciones filosóficas.

Por lo tanto deberá ser aceptada su existencia y su expresión, pero no necesariamente su preeminencia y mucho menos su imposición. Ser tolerantes no significa ser débiles, ni tampoco significa la obligación de contemporizar o callar.

Los límites de la tolerancia

El islamismo es una religión absolutista e intolerante. Sus seguidores, cualquiera sea su posición en el sistema, lo saben, lo aceptan y lo acompañan, aunque pretendan algunas veces justificarse y disimular. Es su propio libro, el Corán, el que dice, por ejemplo, que los ateos deberán ser muertos por la espalda en cuanto se de la ocasión. Y eso lo dice desde mucho antes de que yo, ateo confeso, naciera. La intolerancia no surge de mi posición, sino de su dogma.
paraíso_musulmán
Son ellos los que someten y conculcan las libertades de las mujeres, los que amenazan la existencia de los homosexuales, los que niegan la libertad de expresión, los que pretenden destruir la ciencia y el conocimiento. Es su religión la que les asegura vida eterna y placer en el más allá, si cometen todo tipo de atrocidades en el nombre de Alá.

No están solos, por supuesto. También existen grupúsculos fundamentalistas cristianos (y judíos) que piensan como ellos y que actúan como ellos, aunque en su caso no pueden causar todavía mucho daño pues no tienen un poder etático-económico-político-militar que les facilite la tarea.

Por lo tanto, no debemos descuidarnos. Tenemos que poner las cosas en claro, sin temores, sin falsos pruritos. Debemos denunciar y enfrentar esa intolerancia con firmeza, pero cuidando no perder nuestros propios valores tolerantes tan difícilmente conseguidos.

Los islamistas, como los cristianos, los judíos, los budistas, los ateos, y todas los demás integrantes de la humanidad, tienen el derecho inalienable a pensar como quieran, y a actuar y a sentir dentro de su marco de creencias con total y absoluta libertad, con el único límite de respetar el mismo derecho par las otras personas.

Por lo tanto, deberán reconocer el derecho a la duda y a la discusión de sus creencias y opiniones, por mucho que les pese. Deberán aceptar la existencia de otras filosofías, de otras costumbres y conceptos, y de la libertad inherente de cada uno de los seres humanos a recorrer su propio camino, sin imposición ni amenaza de ninguna clase. Y en caso contrario, habrá que exponerlos públicamente y a hacer caer sobre ellos todo el peso de la ley.

Dentro del campo de las ideas, todo. Dentro del respeto a los derechos de los demás, todo. Dentro de la libertad de pensamiento y expresión, todo.

Fuera de ellos, nada.

la_libertad_guiando_al_pueblo

La libertad guiando al pueblo
Eugène Delacroix (1789-1863)

4 comentarios:

Baldo Mero dijo...

Coincido plenamente contigo, Heber

Todolmundo dijo...

No sólo la ignorancia de los moros crea el problema, sino la de los estúpidos europeos que tienen complejo de culpabilidad por lo que hicieron sus abuelos, y que además han caído en la falacia nada inocente de lo políticamente correcto.
Para salvar Europa debemos afirmar enérgicamente lo que es Europa: libertad y hermandad de pueblos, pero sin renunciar a ninguna de las conquistas que tanto sudor, sangre y lágrimas ha costado construir. Mientras, los débiles de memoria o voluntad que se vayan a vivir a la morería si tanto les gusta, y que se olviden de nosotros.

Anónimo dijo...

Que tienen la culpabilidad de lo que hicieron sus abuelos? Moro? Madre mia lo que tiene que leer una. Me meto en este articulo para leer sobre la tolerancia y me encuentro con todo lo contrario con ese comentario; que yo sepa los europeos son de los mas culpables (junto a Rusia y USA) de lo que esta pasando hoy en dia. Dejad ya de hechar toda la culpa solo a los musulmanes (que tambien tienen bastante culpa)

Heber Rizzo dijo...

Una pena, anónimo (por cierto, no comprendo a esos enfáticos anónimos que no son capaces de poner su nombre en sus afirmaciones... en fin) que no comentes el artículo, sino un comentario del mismo.
En realidad, a mí no me importa lo que hicieron ni sus abuelos ni los nuestros, sino lo que hacen ahora mismo los mahometanos que llegan a nuestras tierras, y que en nombre de una tolerancia mal entendida gozan de prerrogativas que se niegan incluso a quienes aquí vivimos.
Si no les gustan nuestras costumbres ni nuestras libertades ni nuestros derechos humanos, entonces que se queden en sus países y que no molesten.
Y en cuanto a ese concepto de "refugiados", creo que deberíamos acotarlo mucho más. Podemos considerar refugiados a aquellos débiles (mujeres, niños, ancianos) que huyen de la guerra, y creo que deberíamos acogerlos, ayudarlos e integrarlos. Pero que los hombres en edad militar (de 15 a 55 años) que se queden en sus países, o devolverlos a ellos, para que defiendan a sus patrias y a sus familias. En todo caso, si así lo quieren, darles un fusil y un millar de cartuchos a cada uno para que vuelvan armados para enfrentarse a sus enemigos.